miércoles, 30 de enero de 2008

El vasto y misterioso mundo de las emociones

La emoción es definida como un ‘estado de ánimo que se caracteriza por una conmoción orgánica, producto de sentimientos, ideas o recuerdos, y que puede traducirse en gestos, actitudes, risa, llanto, etc.”.

La palabra emoción proviene del latín motere (moverse). Es lo que hace que nos acerquemos o nos alejemos a una determinada persona o circunstancia.

Por lo tanto, la emoción es una tendencia a actuar, y se activa con frecuencia por alguna de nuestras impresiones grabadas en el cerebro, o por medio de los pensamientos cognocitivos, lo que provoca un determinado estado fisiológico en el cuerpo humano.

Charles Darwin fue el primer científico en señalar que las emociones se han desarrollado, en su origen, para preparar a los animales para la acción, en especial en una situación de emergencia.

Cada emoción está vinculada a elementos fisiológicos precisos: tanto la respiración como el tono muscular, el pulso cardíaco, la presión arterial, la postura, los movimientos y las expresiones faciales.

Las pautas fisiológicas o musculares habituales comienzan a determinar por sí mismas los estados anímicos.

Componentes de la inteligencia emocional


Los elementos de una emoción son, pues, tres:


1) Una situación, que genera sentimientos, ideas o recuerdos.


2) El estado de ánimo consiguiente.


3) La conmoción orgánica expresada en gestos, actitudes, risa, llanto...


Cuando usted dice: ‘Fulano me sacó de quicio’, supone que la emoción es el resultado directo de un hecho externo: lo que alguien hizo. Usted toma conciencia de la emoción, pero no de la interpretación automática de lo sucedido.

No es posible reaccionar directamente a un hecho determinado, salvo en circunstancias de peligro; con esta excepción, antes de reaccionar ante un hecho tenemos que interpretarlo.

Los sentimientos no surgen hasta tanto la mente no haya captado lo que sucedió, y decidido su significado.


Esa tarea es realizada por la mente empírica, y la lleva a cabo tan automáticamente que no nos percatamos de que la mente está funcionando. Todo lo que sabemos es que reaccionamos emotivamente a algo que sucedió.

Los terapeutas cognoscitivos, como Aaron Beck, Albert Ellis y Donald Meichenbaum, insisten, por eso, que en muchas circunstancias son los pensamientos los que determinan los sentimientos.

Pero también es cierto que las respuestas emocionales, en su mayoría, se generan inconscientemente. Freud tenía razón cuando describió la conciencia como la punta del iceberg mental.

Los sucesos sin carga emocional, como los pensamientos, no desplazan tan fácilmente a las emociones (por lo general, no basta con desear que la ansiedad y la depresión desaparezcan para que así suceda).

miércoles, 23 de enero de 2008

Las Emociones

Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras.

En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.


Durante mucho tiempo las emociones han estado consideradas poco importantes y siempre se le ha dado más relevancia a la parte más racional del ser humano. Pero las emociones, al ser estados afectivos, indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos. De todas formas, es difícil saber a partir de la emoción cual será la conducta futura del individuo, aunque nos puede ayudar a intuirla.

Apenas tenemos unos meses de vida, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la alegría. Algunos animales comparten con nosotros esas emociones tan básicas, que en los humanos se van haciendo más complejas gracias al lenguaje, porque usamos símbolos, signos y significados.

Cada individuo experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la situación concreta. Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse.

Charles Darwin observó como los animales (especialmente en los primates) tenían un extenso repertorio de emociones, y que esta manera de expresar las emociones tenía una función social, pues colaboraban en la supervivencia de la especie. Tienen, por tanto, una función adaptativa.

Existen 6 categorías básicas de emociones.

MIEDO: Anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad.
SORPRESA: Sobresalto, asombro, desconcierto. Es muy transitoria. Puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa.
AVERSIÓN: Disgusto, asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión.
IRA: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.
ALEGRÍA: Diversión, euforia, gratificación, contentos, da una sensación de bienestar, de seguridad.
TRISTEZA: Pena, soledad, pesimismo.
Si tenemos en cuenta esta finalidad adaptativa de las emociones, podríamos decir que tienen diferentes funciones:

MIEDO: tendemos hacia la protección.
SORPRESA: ayuda a orientarnos frente a la nueva situación.
AVERSIÓN: nos produce rechazo hacia aquello que tenemos delante.
IRA: nos induce hacia la destrucción.
ALEGRÍA: nos induce hacia la reproducción (deseamos reproducir aquel suceso que nos hace sentir bien).
TRISTEZA: nos motiva hacia una nueva reintegración personal.
Los humanos tenemos 42 músculos diferentes en la cara. Dependiendo de cómo los movemos expresamos unas determinadas emociones u otras. Hay sonrisas diferentes, que expresan diferentes grados de alegrías. Esto nos ayuda a expresar lo que sentimos, que en numerosas ocasiones nos es difícil explicar con palabras. Es otra manera de comunicarnos socialmente y de sentirnos integrados en un grupo social. Hemos de tener en cuenta que el hombre es el animal social por excelencia.

Las diferentes expresiones faciales son internacionales, dentro de diferentes culturas hay un lenguaje similar. Podemos observar como en los niños ciegos o sordos cuando experimentan las emociones lo demuestran de forma muy parecida a las demás personas, tienen la misma expresión facial. Posiblemente existan unas bases genéticas, hederitarias, ya que un niño que no ve no puede imitar las expresiones faciales de los demás. Aunque las expresiones también varían un poco en función de la cultura, el sexo, el país de origen etc. Las mujeres tienen más sensibilidad para captar mejor las expresiones faciales o las señales emotivas y esta sensibilidad aumenta con la edad. Otro ejemplo son los rostros de los orientales, especialmente los japoneses, son bastante inexpresivos, pero es de cara a los demás, porque a nivel íntimo expresan mejor sus emociones.

Las expresiones faciales también afectan a la persona que nos está mirando alterando su conducta. Si observamos a alguien que llora nosotros nos ponemos tristes o serio e incluso podemos llegar a llorar como esa persona. Por otro lado, se suelen identificar bastante bien la ira, la alegría y la tristeza de las personas que observamos. Pero se identifican peor el miedo, la sorpresa y la aversión.

Las emociones poseen unos componentes conductuales particulares, que son la manera en que éstas se muestran externamente. Son en cierta medida controlables, basados en el aprendizaje familiar y cultural de cada grupo:

· Expresiones faciales.
· Acciones y gestos.
· Distancia entre personas.
· Componentes no lingüísticos de la expresión verbal (comunicación no verbal).

Los otros componentes de las emociones son fisiológicos e involuntarios, iguales para todos:

· Temblor.
· Sonrojarse
· Sudoración
· Respiración agitada
· Dilatación pupilar
· Aumento del ritmo cardíaco


Estos componentes son los que están en la base del polígrafo o del "detector de mentiras". Se supone que cuando una persona miente siente o no puede controlar sus cambios fisiológicos, aunque hay personas que con entrenamiento sí pueden llegar a controlarlo.

¿Qué es lo que nos produce el miedo a nivel fisiológico?

Cuando nos encontramos ante un estímulo que nos provoca miedo o temor, nuestro cuerpo reacciona activándose, de manera que estemos a punto para cualquier reacción de lucha o huída que sea preciso a fin de protegernos, ya que nuestro impulso más básico es el de la supervivencia.

La activación se produce de la siguiente manera:

El lóbulo frontal de la corteza cerebral por la acción del hipotálamo activa la glándula suprarrenal.
La glándula suprarrenal descarga adrenalina.
Las pupilas se dilatan
El tórax se ensancha
El corazón se dilata, aumenta la provisión de sangre.
Se produce un aumento de la tensión arterial.
Los músculos se contraen.
El hígado libera glucosa, el combustible de los músculos.
La piel palidece.
Los bronquios se dilatan para aumentar el volumen de oxigeno.
En casos extremos la vejiga urinaria se vaciará.

¿Qué es la Inteligencia Emocional?

De la misma manera que se reconoce el CI (cociente intelectual), se puede reconocer la Inteligencia Emocional. Se trata de conectar las emociones con uno mismo; saber qué es lo que siento, poder verme a mi y ver a los demás de forma positiva y objetiva. La Inteligencia Emocional es la capacidad de interactuar con el mundo de forma receptiva y adecuada.

Características básicas y propias de la persona emocionalmente inteligente:

Poseer suficiente grado de autoestima.
Ser personas positivas
Saber dar y recibir
Empatía (entender los sentimientos de los otros)
Reconocer los propios sentimientos
Ser capaz de expresar los sentimientos positivos como los negativos
Ser capaz también de controlar estos sentimientos
Motivación, ilusión, interés
Tener valores alternativos
Superación de las dificultades y de las frustraciones
Encontrar equilibrio entre exigencia y tolerancia.
Goleman explica que la Inteligencia Emocional es el conjunto de habilidades que sirven para expresar y controlar los sentimientos de la manera más adecuada en el terreno personal y social. Incluye, por tanto, un buen manejo de los sentimientos, motivación, perseverancia, empatía o agilidad mental. Justo las cualidades que configuran un carácter con una buena adaptación social.

El psicólogo W. Mischel hizo un experimento con niños de 4 años: les daba un caramelo y les decía que tenía que irse un momento, pero que debían esperar a que él volviera antes de comérselo, si lo hacían así él les daría otro caramelo como premio. El tiempo que permanecía fuera era tan sólo de 3 minutos. Habían niños que no esperaban y se comían el caramelo. Posteriormente hizo un seguimiento de los niños y observó que los que no se habían comido el caramelo, eran más resistentes a la presión, más autónomos, más responsables, más queridos por sus compañeros y mejor adaptados en el medio escolar que los otros.

Todas las personas nacemos con unas características especiales y diferentes, pero muchas veces la manera que tenemos de comportarnos o de enfrentarnos a los retos de la vida son aprendidos. Desde pequeños podemos ver como para un niño no está tan bien visto llorar y expresar sus emociones como en una niña, además a los varones se les exige ser más valientes, seguros de sí mismos. También podemos observar como, según las culturas, las mujeres son menos valoradas, tanto en el ámbito personal como en el laboral, lo cual es el origen de opresiones y malos tratos. Todo esto lo adquirimos sin darnos cuenta ya desde el momento en que venimos al mundo: nos comportamos como nos han "enseñado" a comportarnos. Quererse a uno mismo, ser más generoso con los demás, aceptar los fracasos, no todo depende de lo que hemos heredado, por lo que hemos de ser capaces de seguir aprendiendo y mejorando nuestras actitudes día a día, aprender a ser más inteligentes emocionalmente, en definitiva a ser más felices.

martes, 18 de diciembre de 2007

Aprender a vivir las emociones

La mayor parte de las habilidades para conseguir una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual

Hemos aprendido desde pequeños que el sentimentalismo (así se ha llamado al hábito de sentir a flor de piel las emociones y a mostrar en público esa forma de interpretar las vivencias) era propio de personas débiles, inmaduras, con déficit de autocontrol. Además, se ha extendido en nuestro imaginario colectivo el lugar común, machista como pocos, de que las emociones o -más aún- el llanto, pertenecen al ámbito de lo femenino. Sin embargo, todo evoluciona y va ganando terreno la convicción de que vivir las emociones es un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo de la inteligencia.

Sólo cuando entendemos nuestros sentimientos somos capaces de entender los de otras personas
Tenemos muy en cuenta nuestro espacio intelectual y no sólo le hemos dedicado tiempo y esfuerzo, sino que incluso la valoración que hacemos de una persona pasa, en buena medida, por sus conocimientos y habilidades intelectuales. Desde la educación, tanto reglada como no académica, se nos ha motivado para que saquemos el máximo partido a nuestros recursos intelectuales.

Nadie discute la necesidad de adquirir conocimientos técnicos y culturales para prepararnos (y reciclarnos) para la vida profesional, pero en una equivocada estrategia de prioridades olvidamos a veces la importancia de educarnos para la vida emocional. Aprender a vivir es aprender a observar, analizar, recabar y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo. Pero convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables y, por qué no decirlo, felices en la medida de lo posible, nos exige también saber distinguir, describir y atender los sentimientos. Y eso significa contextualizarlos, jerarquizarlos, interpretarlos y asumirlos. Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos en un momento determinado pueden verse "contaminados" por nuestro estado de ánimo e interferir negativamente en la resolución de un conflicto o en una decisión que tenemos que tomar.

Una habilidad muy especial
Mimar nuestro momento emocional, aprender a expresar los sentimientos sin agresividad y sin culpabilizar a nadie, ponerles nombre, atenderlos y saber cómo descargarlos, es uno de los ejes de interpretación de lo que nos ocurre. Cada vez que dudamos ante una decisión, que nos proponemos comprender una situación, no hacemos estas operaciones como lo haría un ordenador o cualquier otro ingenio de inteligencia artificial, sino que ponemos en juego, traemos a colación, todo nuestro bagaje personal (incluyendo lo que nos ha podido pasar hace un rato o unas horas) y el pesado fardo de nuestra herencia cultural. De ahí que vivir nuestras emociones es una habilidad relacional que nos capacita como seres que se desarrollan en un contexto social. Sólo cuando conectamos con nuestros sentimientos, los atendemos y jerarquizamos, somos capaces de empatizar con los sentimientos y circunstancias de los demás. No es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones en sus estudios, sino quien pone en práctica habilidades que le ayudan a vivir en armonía consigo mismo y con su entorno. La mayor parte de las habilidades para conseguir una vida satisfactoria son de carácter emocional, no intelectual. Los profesionales más brillantes no son los que tienen el mejor expediente académico, sino los que han sabido "buscarse la vida" y exprimir al máximo sus habilidades.

Aprender a desarrollar la inteligencia emocional
Esta sociedad de las "buenas maneras" y el control social han hecho de nosotros auténticos robots de las apariencias. En la Universidad de Málaga los doctores Fernández Berrocal y Extremera han abordado la inteligencia emocional como la habilidad (esencial) de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos adecuadamente y la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. En la inteligencia emocional se contemplan cuatro componentes:

Percepción y expresión emocional. Se trata de reconocer de manera consciente qué emociones tenemos, identificar qué sentimos y ser capaces de verbalizarlas. Una buena percepción significa saber interpretar nuestros sentimientos y vivirlos adecuadamente, lo que nos permitirá estar más preparados para controlarlos y no dejarnos arrastrar por los impulsos.
Facilitación emocional, o capacidad para producir sentimientos que acompañen nuestros pensamientos. Si las emociones se ponen al servicio del pensamiento nos ayudan a tomar mejor las decisiones y a razonar de forma más inteligente. El cómo nos sentimos va a influir decisivamente en nuestros pensamientos y en nuestra capacidad de deducción lógica.
Comprensión emocional. Hace referencia a entender lo que nos pasa a nivel emocional, integrarlo en nuestro pensamiento y ser conscientes de la complejidad de los cambios emocionales. Para entender los sentimientos de los demás, hay que entender los propios. Cuáles son nuestras necesidades y deseos, qué cosas, personas o situaciones nos causan determinados sentimientos, qué pensamientos generan las diversas emociones, cómo nos afectan y qué consecuencias y reacciones propician. Empatizar supone sintonizar, ponerse en el lugar del otro, ser consciente de sus sentimientos. Hay personas que no entienden a los demás no por falta de inteligencia, sino porque no han vivido experiencias emocionales o no han sabido gestionarlas. Quién no ha experimentado la ruptura de pareja o el sentimiento de orfandad por la pérdida de un ser querido, es difícil que se haga cargo de lo que sufren quienes pasan por esa situación. Incluso cuando se han vivido por experiencias de ese tipo, si no se ha hecho el esfuerzo de vivirlas de manera explícita aceptándolas e integrándolas, no estarán suficientemente capacitados para la comprensión emocional inteligente.
Regulación emocional, o capacidad para dirigir y manejar las emociones de una forma eficaz. Es la capacidad de evitar respuestas incontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo. Supone también percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por él, de manera que no obstaculice nuestra forma de razonar y podamos tomar decisiones de acuerdo con nuestros valores y las normas sociales y culturales.
Estas cuatro habilidades están ligadas entre sí en la medida en que es necesario ser conscientes de cuáles son nuestras emociones si queremos vivirlas adecuadamente.

Gestionar adecuadamente las emociones supone:
No someterlas a censura. Las emociones no son buenas o malas, salvo cuando por nuestra falta de habilidad hacen daño, a nosotros o a otras personas.
Permanecer atentos a las señales emocionales, tanto a nivel físico como psicológico.
Investigar cuáles son las situaciones que desencadenan esas emociones.
Designar de forma concreta los sentimientos y señalar las sensaciones que se reflejan en nuestro cuerpo, en lugar de hacer una descripción general ("estoy triste", "estoy nervioso"...).
Descargar físicamente el malestar o la ansiedad que nos generan las emociones.
Expresar nuestros sentimientos a la persona que los ha desencadenado, sin acusaciones ni malas formas y detallando qué situación o conducta es la que nos ha afectado.
No esperar a que se dé la situación idónea para comunicar los sentimientos, tomar la iniciativa.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

La personalidad y la ética del carácter

Al mismo tiempo, además de mi investigación sobre la percep¬ción, me encontraba profundamente inmerso en un estudio sobre los libros acerca del éxito publicados en los Estados Unidos desde 1776. Estaba leyendo u hojeando literalmente millares de libros, artículos y ensayos, de campos tales como el autoperfeccionamiento, la psico¬logía popular y la autoayuda. Tenía en mis manos la suma y sustan¬cia de lo que un pueblo libre y democrático consideraba las claves de una vida exitosa.
Mi estudio me llevó a rastrear doscientos años de escritos sobre el éxito, y en su contenido advertí la aparición de una pauta sorpren¬dente. A causa de mi propio y profundo dolor, y de dolores análogos que había visto en las vidas y relaciones de muchas personas con las que había trabajado a lo largo de los años, empecé a sentir cada vez más que gran parte de la literatura sobre el éxito de los últimos cincuenta años era superficial. Estaba llena de obsesión por la ima¬gen, las técnicas y los arreglos transitorios de tipo social (parches y aspirinas sociales) para solucionar problemas agudos (que a veces incluso parecían solucionar temporalmente) pero dejaban intactos los problemas crónicos subyacentes, que empeoraban y reaparecían una y otra vez.
En total contraste, casi todos los libros de más o menos los pri¬meros ciento cincuenta años se centraban en lo que podría denomi¬narse la «ética del carácter» como cimiento del éxito: en cosas tales como la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad, la modestia y la «regla de oro». La autobiografía de Benjamín Franklin es represen¬tativa de esa literatura. Se trata, básicamente, de la descripción de los esfuerzos de un hombre tendentes a integrar profundamente en su naturaleza ciertos principios y hábitos.
La ética del carácter enseñaba que existen principios básicos para vivir con efectividad, y que las personas sólo pueden experimentar un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y los integran en su carácter básico.
Pero poco después de la Primera Guerra Mundial la concepción básica del éxito pasó de la ética del carácter a lo que podría llamarse la «ética de la personalidad». El éxito pasó a ser más una función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes y las conduc¬tas, habilidades y técnicas que hacen funcionar los procesos de la in¬teracción humana. La ética de la personalidad, en lo esencial, tomó dos sendas: una, la de las técnicas de relaciones públicas y humanas, y otra, la actitud mental positiva (AMP). Algo de esta filosofía se ex¬presaba en máximas inspiradoras y a veces válidas, como por ejem¬plo «Tu actitud determina tu altitud», «La sonrisa hace más amigos que el entrecejo fruncido» y «La mente humana puede lograr todo lo que concibe y cree».
Otras partes del enfoque basado en la personalidad eran clara¬mente manipuladoras, incluso falaces; animaban a usar ciertas técni¬cas para conseguir gustar a las demás personas, o a fingir interés por los intereses de los otros para obtener de ellos lo que uno quisiera, o a usar el «aspecto poderoso», o a intimidar a la gente para desviarla de su camino en la vida.
Parte de esa literatura reconocía que el carácter es un elemento del éxito, pero tendía a compartimentalizarlo, y no a atribuirle con¬diciones fundacionales y catalizadoras. La referencia a la ética del carácter se hacía en lo esencial de una manera superficial; la verdad residía en técnicas transitorias de influencia, estrategias de poder, ha¬bilidad para la comunicación y actitudes positivas.
Empecé a comprender que esta ética de la personalidad era la fuente subconsciente de las soluciones que Sandra y yo estábamos tratando de utilizar con nuestro hijo. Al pensar más profundamente sobre la diferencia entre las éticas de la personalidad y del carácter, me di cuenta de que Sandra y yo habíamos estado obteniendo bene¬ficios sociales de la buena conducta de nuestros hijos, y, según esto, uno de ellos simplemente no estaba a la altura de nuestras expectati¬vas. Nuestra imagen de nosotros mismos y nuestro rol como padres buenos y cariñosos eran incluso más profundos que nuestra imagen del niño, y tal vez influían en ella. El modo en que veíamos y mane¬jábamos el problema implicaba mucho más que nuestra preocupa¬ción por el bienestar de nuestro hijo.
Cuando Sandra y yo hablamos, tomamos dolorosamente con¬ciencia de la poderosa influencia que ejercían nuestro carácter, nues¬tros motivos y nuestra percepción del niño. Sabíamos que la compa¬ración social como motivación no estaba de acuerdo con nuestros va¬lores más profundos y podía conducir a un amor condicionado y finalmente reducir el sentido de los propios méritos de nuestro hijo. De modo que decidimos centrar nuestros esfuerzos en nosotros mis¬mos, no en nuestras técnicas sino en nuestras motivaciones más pro¬fundas y en nuestra percepción del niño. En lugar de tratar de cam¬biarlo a él, procuramos apartarnos —tomar distancia respecto de él— y esforzarnos por percibir su identidad, su individualidad, su condición independiente y su valor personal.
Gracias a esta profundización en nuestros pensamientos y al ejer¬cicio de la fe y la plegaria, empezamos a ver a nuestro hijo en los tér¬minos de su propia singularidad. Vimos dentro de él capas y más ca¬pas de potencial que iban a dar sus frutos con su propio ritmo y velo¬cidad. Decidimos relajarnos y apartarnos de su camino, permitir que emergiera su propia personalidad. Vimos que nuestro rol natural consistía en afirmarlo, disfrutarlo y valorarlo. También elaboramos cons¬cientemente nuestros motivos y cultivamos las fuentes interiores de seguridad con el fin de que nuestros sentimientos acerca del propio mérito no dependieran de la conducta «aceptable» de nuestros hijos.
Cuando nos deshicimos de nuestra antigua percepción del niño y desarrollamos motivos basados en valores, empezaron a surgir nue¬vos sentimientos. Nos encontramos disfrutando de él, en lugar de compararlo o juzgarlo. Dejamos de tratar de hacer con él un duplica¬do de nuestra propia imagen o de medirlo en comparación con cier¬tas expectativas sociales. Dejamos de manipularlo amable y positi¬vamente para que se adecuara a un molde social aceptable. Como lo considerábamos fundamentalmente apto y capaz de afrontar con éxito la vida, dejamos de protegerlo cuando sus hermanos y otros pre¬tendían ridiculizarlo.
Había sido educado a la sombra de esa protección, de modo que atravesó algunas etapas dolorosas, que él expresó a su manera y que nosotros aceptamos, pero a las que no siempre respondimos. «No necesitamos protegerte —era el mensaje tácito—. Básicamente, puedes valerte por ti mismo.»
A medida que pasaban semanas y meses, fue desarrollándose en él una tranquila confianza; se estaba afirmando a sí mismo. Madura¬ba según su propio ritmo y velocidad. Empezó a sobresalir rápida y bruscamente, en comparación con criterios sociales —académicos, sociales y atléticos—, yendo mucho más allá del llamado proceso natural de desarrollo. Con el paso de los años, lo eligieron varias ve¬ces líder de grupos estudiantiles, se convirtió en un verdadero atleta y traía a casa las notas más altas. Desarrolló una personalidad atrac¬tiva y franca que ahora le permite relacionarse tranquilamente con todo tipo de personas.
Sandra y yo creíamos que los logros «socialmente impresionan¬tes» de nuestro hijo era una expresión accesoria de los sentimientos que experimentaba respecto de sí mismo más que una mera respues¬ta a las recompensas sociales. Ésta fue una experiencia sorprendente para Sandra y para mí, muy instructiva en el trato con nuestros otros hijos, y también en otros roles. Nos hizo tomar conciencia, en un ni¬vel muy personal, de la diferencia vital que existe entre la ética de la personalidad y la ética del carácter. Los salmos expresan a la perfec¬ción nuestra convicción: «Busca tu propio corazón con diligencia pues de él fluyen las fuentes de la vida».

viernes, 26 de octubre de 2007

Inteligencia Emocional en la Salud

El Yoga es una de las primeras disciplinas de la humanidad. Las tabletas más antiguas que se refieren a él, datan de aproximadamente cinco mil años.
Aunque es un enorme y complejo sistema filosófico, nosotros nos referiremos a él como HATHA YOGA, una disciplina física que consiste en una serie de posturas, respiración, técnicas de relajación y métodos de purificación del cuerpo.

Si bien tuvo su origen en Oriente, hoy está claramente establecido su carácter universal. Muchas figuras de occidente han practicado y reconocido las bondades impares de esta disciplina ; figuras tan disímiles como, por ejemplo, Aristóteles Onassis y Yehudi Menuhin. O sea, ha invadido terrenos tan dispares como los negocios y el arte.

En el libro HATHA YOGA, PAZ Y SALUD de Indra Devi, puede leerse: “El gran violinista Yehudi Menuhin considera al Yoga - y a un sueño tranquilo - más importante para su arte que el estudio diario de su instrumento. Su maestro de Yoga, B. K. Iyengaar, exhibe orgullosamente un reloj pulsera con la siguiente inscripción: ‘A mi mejor profesor de violín... de Yehudi Menuhin’”.

Muchos gobernantes recurrieron también a él. El ex Primer Ministro de la India, J. Nehru, encontraba fuerzas y paz en el Yoga; Ben Gurión, líder del estado de Israel por mucho tiempo, también practicaba técnicas de Yoga. El estadista necesita fuerza, tranquilidad y coraje sereno para el cumplimiento eficaz de sus responsabilidades, y el Yoga puede ayudarlo. La respiración profunda (una de las principales técnicas yóguicas) formó parte del régimen terapéutico que restauró la salud alterada del ex presidente Dwight Eisenhower.

Disciplinas muy modernas, como la bioenergética, por ejemplo, no hacen sino retomar los objetivos de una buena práctica del Yoga, y al describir nuevos enfoques no hacen sino reafirmar sus bondades:

“La bioenergética - dice el Dr. Alexander Lowen - es una técnica terapéutica, cuyo objeto es ayudar al individuo a recuperarse juntamente con su cuerpo y a gozar en el mayor grado posible de la vida corporal... Comprende las funciones fundamentales de respirar, moverse, sentir y expresarse a sí mismo. El que no respira profundamente reduce la vida de su cuerpo. Si no se mueve con libertad, restringe la vida de su cuerpo. Si no se siente en pleno, limita la vida de su cuerpo. Y si está constreñida u obstaculizada la expresión de sí mismo, queda disminuida la vida de su cuerpo”.

¿Por qué es sumamente interesante que usted se aficione a la práctica del yoga?

Porque una de las primeras diferencias entre el yoga y otras disciplinas, incluidos los deportes, es que el Hatha Yoga no consume energías. Y no es sólo para jóvenes. Ya que por el contrario, acumula energía. EL YOGA NO IMPLICA ESFUERZO ALGUNO.

“Así como el deporte es pródigo con los esfuerzos musculares, el yoga los economiza, y hasta diría que los escatima”.

Las otras diferencias entre el yoga y cualquier otra disciplina o deporte también son muy importantes. Preste atención. Son las siguientes:

1) PROCURA LA MÁXIMA FLEXIBILIDAD DE LA COLUMNA VERTEBRAL

La columna vertebral, con el paso del tiempo y la vida sedentaria, suele ir doblándose hacia adelante, y perdiendo flexibilidad. Esa columna no es sólo una pieza ósea, sino que contiene la médula, que a su vez se ramifica en los nervios raquídeos, que involucran importantísimas funciones psico-fisiológicas. De ahí la importancia de su buen estado, es decir, de su rectitud. Se ha dicho, sin exageración, que la juventud consiste en una columna vertebral flexible.

2) PROMUEVE UNA MEJOR CIRCULACIÓN DE LA SANGRE

Muchos especialistas admiten que la salud y juventud del cuerpo depende del estado de las arterias. La rigidez de ellas -arterioesclerosis- es una de las más frecuentes causas de muertes, y la falta de ejercicios contribuye a ese deterioro. Con las posturas invertidas, el Yoga estimula la corriente sanguínea que, con la ayuda de la gravedad, irriga fuertemente el cerebro y las glándulas nobles localizadas en la cabeza. Los pequeños vasos se tonifican, ya que cada postura cierra un conjunto de vasos y abre otro, produciendo vasoconstricción y vasodilatación. La circulación provoca movimientos en todos los vasos del cuerpo, impidiendo su esclerosamiento.

Las posturas trabajan sobre la circulación, llevando abundante sangre a algunos órganos, o bien descongestionándolos. Y esto con ayuda de la gravedad, ya que la postura no debe implicar esfuerzo alguno. El Yoga, como se dijo antes, es el arte de mejorar la salud CON LA MAYOR ECONOMÍA DE FUERZAS, SOLO HACIENDO TRABAJAR A LA GRAVEDAD.

3) ESTIMULA Y REGULARIZA LAS GLÁNDULAS DEL ORGANISMO. Las posturas de yoga favorecen el buen funcionamiento del sistema endocrino.

4) TRABAJA SOBRE UN ÓRGANO O UN GRUPO DE ELLOS

5) PROPENDE AL ESTIRAMIENTO OPTIMO DE TODOS LOS MÚSCULOS DEL CUERPO

“Si el músculo pone el esqueleto en movimiento, ello se debe a que puede encogerse. Sea cual fuere el movimiento que se ejecuta, lo que lo provoca es necesariamente la contracción de uno o varios músculos. Ahora bien, en el Yoga -y solamente en el Yoga -, los músculos SE ESTIRAN SISTEMÁTICAMENTE. Dicho estiramiento es una característica esencial de las posturas, por oposición a todas las demás actividades físicas, a todo trabajo. Desde el sueño profundo hasta el esfuerzo más intenso, por lo menos en las circunstancias habituales, el músculo oscila únicamente entre una relajación tan total como sea posible y una contracción máxima”.

6) FORTALECE LOS MÚSCULOS QUE SUFREN EL PASO DEL TIEMPO

El hombre es el único mamífero que lucha contra la fuerza de gravedad. De joven no nos damos cuenta de esta lucha, pero con los años la fuerza de gravedad, valga la expresión, comienza a PESAR.

Las vísceras abdominales, por ejemplo, sostenidas en la juventud por fuertes paredes abdominales, desciende con la flaccidez de estas últimas (VISCEROPTOSIS). Las posturas del Yoga trabajan, junto con la RESPIRACIÓN COMPLETA, para FORTALECER los músculos abdominales.

7) MEJORA EL PROCESO DE DIGESTIÓN Y ELIMINACIÓN

Prácticamente TODAS las posturas cooperan en el combate contra el estreñimiento, pues dan elasticidad y tono juvenil a las paredes abdominales, y activan los movimientos peristálticos de los intestinos. También la respiración completa colabora, a través de los movimientos diafragmáticos, favoreciendo el buen funcionamiento de todo el sistema digestivo.

8) REVITALIZA Y RESTITUYE LAS ENERGÍAS, SEDANDO EL SISTEMA NERVIOSO, FAVORECIENDO LA RELAJACIÓN CORPORAL Y LA CONCENTRACIÓN MENTAL

“Terminada la sesión -dice el profesor Hermógenes- el practicante debe sentirse liviano, fuerte, tranquilo, física y mentalmente tranquilo, con aquel bienestar de vacaciones bien aprovechadas. Si se produjera cansancio físico o psíquico, dicen los maestros que la práctica fue errónea”.

Las posturas del yoga son desfatigantes y vigorizantes. Aumentan el flujo de la sangre arterial en todas partes, incrementan las funciones excretoras, que liberan los tejidos de sus toxinas, y vitalizan los órganos y glándulas, como el hipotálamo, la hipófisis y las suprarrenales, encargadas de la regulación neuro-humoral sana.

El HATHA YOGA, en fin, conduce a una conciencia corporal más profunda. Lo cual no puede ser más que una gran ayuda en la conquista y conservación de la salud.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Evolución de la historia de la inteligencia humana

La historia de la inteligencia humana puede explicarse como el empeño del cerebro humano en buscar formas eficientes de comunicarse consigo mismo.Cuando el primer ser humano trazó la primera línea, precipitó una revolución en la conciencia humana; una revolución cuyo estadio evolutivo más reciente está constituido por el mapa mental.Una vez que los seres humanos se dieron cuenta de que eran capaces de exteriorizar sus "imágenes mentales" internas, la evolución fue más rápida. Con las primeras representaciones hechas por los primitivos aborígenes australianos en las cavernas, los trazos iniciales se fueron convirtiendo paulatinamente en pinturas.
A medida que las civilizaciones evolucionaban, las imágenes comenzaron a condensarse en símbolos y, más tarde, en alfabetos y guiones; así sucedió con los caracteres chinos o los jeroglíficos egipcios. Con el desarrollo del pensamiento occidental y la creciente influencia del imperio romano, se completó la transición de la imagen a la letra. Y posteriormente, a lo largo de dos mil años de evolución, el poder nada desdeñable de la letra adquirió primicia sobre la momentáneamente escarnecida imagen.
Así pues, los primeros seres humanos que hicieron marcas estaban señalando, literalmente, un salto gigantesco en la evolución de nuestra inteligencia, porque así exteriorizaban los primeros indicios de nuestro mundo mental. Al hacerlo, no sólo fijaban sus pensamientos en el tiempo y en el espacio, sino que además capacitaban el pensamiento para que pudiera abarcar esas mismas dimensiones. Entonces, la inteligencia humana ya pudo empezar a comunicarse consigo misma a través de las extensiones infinitas del tiempo y del espacio.
En su evolución, los símbolos, las imágenes y los códigos terminaron por configurar la escritura, y ese principalísimo avance fue la clave de la aparición y de la evolución de civilizaciones destacadas, tales como las de Mesopotamia y de China, cuyos habitantes disfrutaron de evidentes ventajas sobre aquellos otros pueblos que todavía estaban por llegar al estadio de la escritura, y por ese motivo no tuvieron acceso a la sabiduría y al conocimiento que nos legaron las grandes mentes del pasado.Tal y como las aguas de un ancho río tienden a acelerarse cuando se ve forzado a discurrir por un cauce estrecho, la tendencia a reunir información ha ido acelerándose a lo largo de los siglos, hasta dar origen a la actual "explosión informativa".
En épocas recientes, esta "explosión" ha sido causada, en parte, por el supuesto de que la escritura es el único vehículo adecuado para el aprendizaje, el análisis y la diseminación de la información.Si efectivamente escribir es la mejor manera de adueñarse de tal información, de analizarla y de transmitirla, ¿por qué hay tantas personas que tienen problemas en los campos del aprendizaje, el pensamiento, la creatividad y la memoria? ¿por qué se quejan de una incapacidad básica, de pérdida de la confianza en sí mismas, de disminución del interés y de reducción de sus poderes de concentración, memoria y pensamiento?
Entre las reacciones habituales ante tales problemas cabe incluir la auto denigración, la disminución del rendimiento, la apatía y la aceptación de reglas rígidas y dogmáticas, factores todos que obstaculizan aún más el funcionamiento natural del cerebro.Hemos convertido la palabra, la oración, la lógica y el número en los pilares fundamentales de nuestra civilización, con lo cual estamos obligando al cerebro a valerse de modos de expresión que lo limitan, pero que (tal es lo que suponemos) son los únicos correctos. Los grandes cerebros usaron efectivamente una mayor proporción de su capacidad natural y de que (a diferencia de sus contemporáneos que usaban un pensamiento más lineal) estaban empezando a volverse intuitivamente de los principios del pensamiento irradiante y de la cartografía mental

La inteligencia Emocional :La inteligencia emocional, según Goleman "es la capacidad para reconocer sentimientos en si mismo y en otros, siendo hábil para gerenciarlos al trabajar con otros.
Principios de la Inteligencia Emocional: 1.- Recepción :Cualquier cosa que incorporemos por cualquiera de nuestros sentidos.2.- Retención :Corresponde a la memoria, que incluye la retentiva (o capacidad de almacenar información) y el recuerdo, la capacidad de acceder a esa información almacenada.3.- Análisis :Función que incluye el reconocimiento de pautas y el procesamiento de la información.4.- Emisión :Cualquier forma de comunicación o acto creativo, incluso del pensamiento.5.- Control :
Función requerida a la totalidad de las funciones mentales y físicas.Estos cinco principios se refuerzan entre si. Por ejemplo , es mas fácil recibir datos si uno esta interesado y motivado, y si el proceso de recepción es compatible con las funciones cerebrales. Tras haber recibido la información de manera eficiente , es mas fácil retenerla y analizarla . A la inversa ,una retención y un análisis eficientes incrementaran nuestra capacidad de recibir información .De modo similar ,el análisis que abarca una disposición compleja de las tareas de procuramiento de información , exige una capacidad para retener (recordar y Asociar) aquello que se ha recibido.

Es obvio que la calidad de análisis se vera afectada por nuestra capacidad para recibir y retener la información.Estas tres funciones convergen en la cuarta es decir la emisión o expresión ya sea mediante el mapa mental, el discurso, el gesto u otros recursos , de aquella que se ha recibido ,retenido y analizado.La quinta categoría la del control , se refiere a la actividad general del cerebro por la cual éste se constituye en " desertor " de todas nuestras funciones mentales y físicas , incluyendo la salud general , actitud y las condiciones ambientales . Esta categoría es de particular importancia porque una mente y un cuerpo sanos son esenciales para que los otros cuatro funcionen – recibir, retener , analizar y emitir puedan operar en la plenitud de su potencial.

sábado, 15 de septiembre de 2007

NATURALEZA ESPECIAL DEL APRENDIZAJE EN INTELIGENCIA EMOCIONAL

1) A diferencia de otros temas o materias, lo que se aprende respecto a nuestras emociones no tiene obsolescencia.
2) El entrenamiento influye directamente en un mejor clima laboral, y estimula una mayor eficiencia en la performance individual y colectiva.
3) Por su naturaleza, y aunque el centro de la capacitación es laboral, el aprendizaje 'se derrama' hacia todas las áreas de la vida, produciendo beneficios, en las personas, que van más allá del rendimiento en el trabajo, creando condiciones para una mejor calidad de vida, lo que a su vez favorece el aprendizaje y los resultados positivos.
4) No se les dice a las estudiantes (todos lo somos) qué tienen que hacer, se le dan elementos y principios para que se conozcan mejor a sí mismos y puedan alcanzar el equilibrio emocional partiendo desde su propio temperamento.

OTRAS CARACTERÍSTICAS DEL APRENDIZAJE EN INTELIGENCIA EMOCIONALA continuación, ofrecemos algunas líneas directrices del aprendizaje de las competencias emocionales:
1.- Evaluación individual: Es preciso determinar los puntos fuertes y débiles del individuo para identificar aquellos que debe mejorar.
2.- Motivación: Las personas aprenden en la medida en que se encuentran motivadas. Clarificar las ventajas que conlleva la formación suele ser una manera efectiva de motivar.
3.- Fomentar el cambio autogestionado: Es mucho más eficaz que las personas elijan los objetivos que deben desarrollar y forjen sus propios planes para alcanzarlos.
4.- Centrarse en objetivos claros y manejables: Explicar claramente los detalles concretos de la competencia requerida y elaborar un plan sensato para desarrollarla.
5.-Prevenir las recaídas: Los hábitos cambian lentamente y los tropiezos y recaídas no suponen necesariamente el fracaso. (Los nuevos caminos neuronales para establecer hábitos positivos hacia el equilibrio emocional se consolidan con la constancia y no tienen un progreso lineal).
6.- Alentar la práctica: El cambio duradero requiere una práctica sostenida tanto dentro como fuera del entorno específico. 7.- Evaluación: Establecer fórmulas para evaluar el progreso personal y determinar las diferencias entre el antes y el después del proceso formativo